Saturday, March 18, 2000

Oración y ejercicios espirituales

Oración y ejercicios

Sobre la contemplación

Contemplar es mirar o percibir con los ojos y la percepción de nuestro Señor. Para que nuestro corazón se llene de sus sentimientos y nuestra cabeza de sus pensamientos.

Como nuestros ojos y nuestra percepción no son los suyos, el deseo de contemplar es un ejercicio de alinear nuestros sentimientos y pensamientos con los suyos. Como son los suyos y no los nuestros, contemplar siempre pretende tener presente que sólo la presencia y la acción del mismo Dios es la que nos trae sus sentimientos y pensamientos. No somos nosotros. Por eso, cuando se contempla siempre hay un deseo (implícito o explícito) de desear conocer internamente quién es Él, para que sea Él quien nos vaya educando en su sentir y pensar.

¿Qué es lo que se contempla?. Se puede contemplar casi cualquier cosa. Puede ser real o imaginaria. Una situación, una persona, una realidad, un texto de la biblia. Pueden ser cosas muy transcendentales o cosas muy diarias. Una comida, una sonrisa, un abrazo, un apretón de manos, una conversación, los ojos de un niño o de un mayor.

Cuando la contemplación va ganando en hondura, el corazón se conmueve y se afecta porque los pensamientos que nos llegan muchas veces no nos parecen nuestros. Hay veces que ni siquiera los reconocemos.

Para poner un ejemplo, hay un pasaje en el evangelio (Jn 20,1-18) que describe cómo Juan, el discípulo preferido de Jesús va con Pedro a ver el sepulcro de Jesús cuando las mujeres les dicen que ha resucitado.

Juan es más joven y va corriendo al sepulcro, pero cuando llega a él, no entra sino que espera a Pedro. Cuando llega Pedro, deja que sea él el que entre primero y vea. Una vez que Pedro lo ha visto todo, entra Juan y lo mira él. Al salir Pedro, se pregunta dónde estará el cuerpo de Jesús (no cree que haya resucitado). Sin embargo el evangelio dice que cuando entró Juan, vio y creyó.

Se puede contemplar cómo Juan, siendo el discípulo preferido, llegando antes, no quiso cuestionar la autoridad de Pedro (sobre el que Jesús funda su iglesia) y esperó su llegada. Uno puede empezar a recrear los sentimientos que surgen ante Juan que se hace pequeño, que no quiere ser más que nadie (mucho menos que Pedro). De cómo llega antes y espera.

Uno puede echar una mirada al mundo, al entorno laboral y contemplar cómo la tónica general consiste en llegar y entrar antes que nadie, tenga atribuciones o no. El ejercicio de la contemplación es imaginarse a alguien que hace lo que hace Juan. Teniendo atribuciones, decide no ser el primero, sino esperar. La primera mirada sobre esta situación, nos hace pensar que Juan es idiota. Si nosotros nos encontramos en esa situación, podemos sentir que somos idiotas. Ese sentimiento podrá ser más o menos visceral (o simplemente racional). En cualquier caso, el mirar con los ojos de nuestro Señor nos va educando a sentir y contemplar a Juan y pensar que no es idiota. Cuando la contemplación comienza a tocar el corazón, nos conmueve el ver alguien que hace lo que Juan (sea real o no). Empezamos a pensar que queremos ser como Juan y cuando lo pensamos, nuestro corazón se conmueve. Este sería el fin último de la contemplación. Y si es sincera, nos llevará a creer que eso que pensamos que conmueve el corazón no es nuestro (lo nuestro es que Juan es idiota en cualquier caso), sino de otro (de nuestro Señor).

La contemplación del segundo trozo del pasaje nos lleva de nuevo a mirar cómo Pedro, a pesar de entrar primero, de tener toda la autoridad (reconocida por Juan) y toda la preferencia, sale del sepulcro sin enterarse de lo más importante (Jesús ha resucitado). Sin embargo Juan, después de esperar y de buscar su lugar, entra y cree.

Cuando uno contempla este segundo pasaje con los ojos propios, los pensamientos y sentimientos que surgen van en la línea de que Pedro es el que controla la situación, al que todo el mundo hace caso, el que desprecia a las mujeres no creyendo en su testimonio. Nuestro corazón se puede sentir animado por el hecho de ver que el resto de gente nos respeta y nos hace caso. El hecho de que no creamos, descalifica al resto de gente.

Cuando uno contempla este texto con los ojos de nuestro Señor, lo que pensamos es que Pedro no se entera de nada y lo que sentimos es cómo nuestro corazón vibra porque Juan cree que Jesús ha resucitado.

Como conclusión, simplemente indicar que el hecho de pensar y sentir lo que nuestro Señor piensa y siente es un don de Él. No es nuestro. Sin embargo, el ejercitarse es lo único que podemos hacer y nos va capacitando para irnos dejando hacer por Él.

Finalmente, San Ignacio de Loyola pone en los ejercicios una frase que aplica muchísimo en la contemplación:

"No el mucho saber, harta y satisface el alma, sino el gustar de las cosas internamente".

Principio y Fundamento

El hombre es criado para alavar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar su ánima. Y todas las cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es criado. De donde se sigue, que el hombre TANTO ha de usar de ellas, CUANTO le ayuden para su fin, y TANTO ha de quitarse de ellas cuanto para ello le impiden. Por lo cual, es menester hacernos indiferentes a todas las cosas que son concedidas a la libertad de nuestro libre albedrío y no le está prohibido. De tal manera que no queramos para nosotros mayor riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta y por consiguiente en todo lo demás, solo deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin para el que somos criados.

Principio y Fundamento (reescrito con un lenguaje más directo)

El hombre es creado para que sea plenamente feliz en el mundo. Y todas las cosas del mundo son creadas para ayudar al hombre a ser feliz. Para lograr la felicidad, es necesario aprender a elegir, tomando lo que nos hace felices y dejando lo que no nos hace felices. Para poder acertar en la elección, es necesario hacerse indiferentes a las cosas creadas. No queriendo de nuestra parte mayor riqueza que pobreza, honor que deshonor y por consiguiente en todo lo demás, sólo eligiendo lo que realmente nos haga felices (aunque sea en la pobreza, el deshonor etc).


Sobre la oración

Rezar es sentirse en contacto, en sintonía, en comunión, en la presencia de nuestro Señor.

Al igual que con nuestro amado o amada nos sentimos en contacto y presencia, lo mismo puede ocurrir con nuestro Señor.

En ocasiones, esa relación comienza siendo intelectual y racional. A veces podemos sentirnos como si fuera un monólogo. Nuestro Señor puede ser un conocido, un ente más intelectual donde proyectamos nuestra propia condición humana.

Con el tiempo, al ejercitarse en la oración, el Señor pasa de ser un conocido a un amigo. El monólogo se convierte en un diálogo. En su estado más hondo, la relación es con el Amado. La oración no necesita tantas palabras, sino el convencimiento de amar y ser amado por nuestro Creador.

La oración se va integrando con la vida convirtiendo nuestros pensamientos, acciones y sentimientos en una comunión con el amigo, una comunión con el Amado. Al igual que nos acordamos y pensamos en amigos y seres queridos, la integración de la oracion nos lleva a pensar en nuestro Creador, a acordarnos de Él. En definitiva a tener una relación íntima con Él.

San Juan de la Cruz en el Cántico Espiritual expresa con una gran belleza el momento en que se consuma esa interioridad con su "Amado".

"En la interior bodega | de mi amado bebí, y cuando salía | por toda aquesta vega, | ya cosa no sabía, | y el ganado perdí, que antes seguía.

Allí me dió su pecho | allí me enseñó ciencia muy sabrosa, | y yo le di de hecho | a mí, sin dejar cosa; | allí le prometí de ser su esposa.

Mi alma se ha empleado, | y todo mi caudal en su servicio: | ya no guardo ganado, | ni ya tengo otro oficio; | que ya sólo en amar es mi ejercicio".
(San Juan de la Cruz).

En la reunión se trataría de poner en común y compartir cuestiones del estilo de las siguientes:
* Qué es para cada uno de nosotros rezar?.
* Poner en común oraciones, peticiones que hayan sido significativas para nosotros, oraciones del día a día (ejemplos llanos en los que pensamos en personas y pedimos por ellas o nos acordamos de nuestro Señor por algo que vemos u oímos).
* Cuáles son nuestros hábitos de oración? (es una respuesta muy válida decir que no tenemos ninguno).