Friday, August 09, 2013

Salmo del encuentro con Cristo en la vida diaria (15-23/10)

Sr, haznos conocer la brevedad de nuestra vida para que alcancemos sabiduría de corazón. La preferí a cetros y tronos. Nada son las riquezas en comparación con ella. La quise más que la salud y la belleza, más que la luz del día. Con ella me vivieron todos los bienes.

El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad porque no sabemos pedir lo que nos conviene. Sin embargo, él mismo intercede por nosotros con gemidos no expresables con palabras. Y Dios, que conoce nuestro corazón, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega según la voluntad de Dios.

Ayúdame a hacer silencio, Señor. Quiero escuchar tu voz. Toma mi mano y guíame al desierto. Encontrémonos a solas, tú y yo. Necesito sentirte dentro de mí, la calidez de tu voz, caminar juntos. Callar para que hables tú.

La mies es abundante, pero los braceros pocos. Por eso, roguemos al Dueño que envíe más braceros a su mies. Cuando entremos en una casa, ofrezcamos la paz. Si se la merece, sea la paz con esa casa. Si no se la merece, vuelva la paz sobre nosotros. Poco a poco, cuando tenga que ser, como tenga que ser, si acaso tiene que ser.

Gracias por aquellos que con su ejemplo y apoyo, su presencia y acciones, sus palabras, su silencio, nos mostraron el rostro de Cristo. Gracias a todos los mensajeros que a sabiendas o sin saberlo, propiciaron nuestro encuentro con El Creador. Gracias, porque sigue enviando braceros a su mies.

Cuando recéis, no utilicéis muchas palabras, porque vuestro Padre Celestial sabe bien lo que necesitáis. Rece yo sin palabras, mi queridísimo Señor. Con un corazón vivo y latiente. Hoy, Señor mío, me he quedado sin palabras con las que rezar.

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